Extraño el campo.
El olor a flores que se escurría con el viento, elevando su aroma hasta el comienzo de nuestras narices; el color de las hojas de los árboles al rededor de la casa, escondiéndola bajo el hermoso canto de los pájaros.
Los charcos que se formaban con las lluvias que odiaba tanto por pisarlos cuando caminaba y ahora extraño; el amanecer sentada en el pasto mirando al infinito horizonte; los caballos que se dejaban galopar con velocidad y que te llevaban a recorrer todo el terreno..
Y el OMBÚ, aquel árbol de tamaño inmenso, cuyas ramas se abrian paso por el cielo, dejando, aún así, el espacio suficiente entre ellas para que yo las trepara, y desde allí arriba poder observar la bellesa que ese paisaje nos ofrecía.
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